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Descripción

Fuegos artificiales. Germán Marín ( 1934-2019 )

Santiago: Quimantú, Primera edición. 1973. Rústica. 166 págs. ; 18x13 cms.


Y, entonces, se quedó en silencio. Venía escribiendo desde hace varios años, algunos cuentos, algunos artículos que publicaba en diarios y revistas. Firmaba con pseudónimo: Venzano Torres. Ganó algunos concursos a fines de los 60, participó en algunos de los míticos talleres literarios de la Universidad Católica y fue ahí donde mostró las primeras páginas de una novela que estaba escribiendo. En junio de 1973, Germán Marín —con 39 años— publicaría esa primera novela sin pseudónimo: Fuegos artificiales. Aparecería en la mítica Quimantú, en la colección Cordillera que dirigía Alfonso Calderón. Una novela que anunciaba no sólo un mundo, sino, sobre todo, un fraseo; una sintaxis privada —oraciones largas, sinuosas— que le permitiría construir un realismo quebrado, brumoso, violento. Se lee en las primeras páginas de la novela: “El señor don José Clorindo Inchaurraga, natural de la provincia de Colchagua, propietario de tierras y de mieses, soñó esa noche con el infinito espectáculo de la revolución social. Al día siguiente, para espantar la visión, se levantó muy de mañana, sin embargo de nada le valió enojarse ni menos el gesto de golpear estrepitosamente las puertas. La sonrisa ancha y ajena de Manuel, su criado, no le quiso esa vez obedecer, alunado como a menudo le ocurría por efecto de la premura con que naciera, sesenta y tantos días antes de la fecha debido a un mal de ojos hecho detrás de un espejo, provocado por una bruja celosa de su madre. De ahí que el patrón, embargado todavía por su sueño, a la noche siguiente volvió a la pesadilla a fin de negociar las condiciones de la revuelta que sucedía en el país”. Marín abordaba la vida de este terrateniente para hablar de la decadencia de un mundo, para hablar de esa pesadilla que sería, para esa clase, la revolución social que se aproximaba. Lo que no podía prever Marín es que llegaría esa revolución y, entonces, comenzaría la verdadera pesadilla cuando el 11 de septiembre los militares bombardearan La Moneda e instaurar una dictadura que duraría 17 años.

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